domingo, agosto 14

guardia vieja

Está en las librerías, hace unos días, “la joven guardia”, una antología de nuevos narradores editada por Norma. En algun lugar había leido que animaría, a este nuevo florilegio última generación, el espíritu de la revista inglesa Granta. Lejos de comerme ese inerme buzón, pero con sostenida curiosidad tanto sobre el antólogo (Maximiliano Tomas) como por sobre algunos de los escritores allí reunidos, leí el libro. En la tapa hay varios muñequitos Jack y una frase que me desconcertó un poco: “prefacio de Abelardo Castillo”. ¿Qué hace un tipo como Castillo prologando textos de Gabriela Bejeman, Oliverio Coelho, Washington Cucurto y Juan Terranova? Un breve misterio, que fue dilucidado cuando me entero (por el propio Castillo en el prefacio) que él no leyó ninguno de los textos del libro que prologa y que no conoce a más de uno de esos escritores. Curioso, no? Lean ustedes: “Todo lo que sé de este libro, y todo lo que me hace falta saber, es que se trata de veinte cuentos escritos por jóvenes menores de treinta y cinco años. No conozco a muchos, pero admiro a algunos y, sobre todo, conozco a quienes han hecho la selección, lo que me garantiza a priori la calidad de los textos”. Mmmmmmhhhhhhhh... ¿tres páginas leyendo por enésima vez las opiniones de Castillo sobre el cuento, sobre su idea de la “forma más antigua del lenguaje” y la predilección de latinoamérica por ese género para terminar, en el último párrafo, enterándonos que ni siquiera leyó lo que prologa? Después de la lectura, el prefacio muta su misterio: no me pregunto ya por su causa sino por su función. Y que no venga ningún pudibundo estudiante de letras a explicarme la diferencia entre “prefacio” y “prólogo”, porque la conozco, y sé que eso no alcanza para justificar las páginas de A. C.
Las palabras preliminares de Maximiliano Tomas no están mal, pero deshilvanarlas harían este posteo demasiado largo, y estas cuestiones, en definitiva, no dejan de ser nimiedades frente a algo que sí considero interesante: la antología. La antología como “ente”, así como los “best of” en la música o las recopilaciones de “textos encontrados”, siempre tienen para mí un plus de validez. Las encuentro curiosas, descaradamente subjetivas, y absolutamente precarias a la hora de hacerle frente al paso del tiempo. Y más ésta, en cuya contratapa se lee “los veinte cuentos seleccionados en este libro son [...] una ocasión privilegiada para leer a quienes serán en el futuro nuestros grandes escritores”. ¡Pavada de fe que se tiene!.
Las comparaciones son odiosas: comparemos. Le echo mano a la última antología de “nuevos narradores argentinos” que recuerde. Estaba compilada por Josefina Delgado y Luis Gregorich, salió en el 1968 con el título de “Los nuevos”. Lejos, muy lejos de afirmar que su trabajo agrupa a “nuestros futuros grandes escritores”, se atajan con sobriedad: “la obra futura de cada uno dirá de la justeza o del error del lugar o de la falta de lugar que le hemos asignado aquí”. Quieren saber quienes eran esos pibes? Atájense ustedes: Juanjo Hernandez, Germán Rozenmacher, Rodolfo Walsh, Juan José Saer, Néstor Sanchez, Daniel Moyano, Amalia Jamilis y el mismo Abelardo Castillo.