miércoles, agosto 17

la joven guarida II

¿Cuál fue el primer cuento que leí? Creo que el de Pablo Mairal, porque es el primero y venía con el envión del Prefacio-Prólogo Tomas-Castillo, suerte de bestia bifronte de la que hablamos ya demasiado. Había leído con cierto prejuicioso desdén Una noche con Sabrina Love y lo terminé de descartar después de que se filmó la película. Sus poemas me gustaban, los conocí en unas viejas revistas que editaba la universidad del salvador. Su cuento se llama El hipnotizador personal. Es un relato en primera persona, el protagonista es archi-conocido por todos “escritor-joven-inédito-enamorado-de-chica-con-plata”. Está bien escrito pero no trasmite nada. En el final pretende dar un giro, o un cierre que se salga de lo esperado, pero la última media carilla es demasiado tarde para empezar a carretear.

De ahí pasé al de Samantha Schweblin, El cavador, que es el antepenúltimo. Es la clase de cuentos que a Castillo le hubiera gustado leer. Prolijo, sobrio, esos cuentos que van creciendo párrafo a párrafo y a medida que avanza la lectura nos preguntamos a dónde nos está llevando. De los mejores del grupo. Con esta clase de cuentos me pasa algo raro. Salvo cuando estoy leyendo a algún maestro del género (pongamos E.T.A. Hoffmann) no los disfruto en su totalidad, no me abandono a ese increscendo tan bien calculado, porque secretamente me digo “que no la cague ahora... que no la cague ahora” después de cada punto y aparte. Este de Samantha Schwebling sale airoso de mi desconfianza.

Después leí el tandem de Bejerman y Cucurto para reírme un rato. ¿Pero nene, te reís con ellos o de ellos? No podría decirlo con precisión. Mejor que primero aclare que no me gusta la escritura ni de uno ni de otro, pero con Cucurto puedo hacer concesiones. Hay poemas de él que me gustan, que me caen simpáticos, y a veces encuentro cosas como “Una mañana con el hombre del casco azul” que qué se yo, se deja leer, está bien. No me parece gran cosa.

Con “GabyVex” (!!!) es distinto, su escritura, su discurso, sus acciones públicas, su performance, todo me parece una patada en los huevos, que quieren que les diga. Ese histrionismo mal llevado, esas contorsiones entre tules de color flúo... mmhhh, en fin. Para post aparte. Su cuento se llama “Morfan dos”. Cuando ya nomás leo “Chef! Puré Chef! Un chef haciendo puré Chef!” y me la imagino gesticulando en la sala Batato Barea del Rojas ya tengo ganas de bajarme del carro. Pero no, lo leí entero, y podría estar un rato anotando observaciones. Una sola, sin embargo: gaby vex, papirófaga, una cosa es la aliteración y otra la cacofonía.