miércoles, enero 4

"Historias pequeñoburguesas" de Tomas E. Scolarici.

Otro libro del 73. Pero en la vereda de enfrente, en la fila de los que fueron fusilados cuando "Sebregondi" y "El frasquito" comenzaron a recorrer su circuito. Hay una pila de escritores realistas, herederos más de leer Rayuela y decir "yo puedo escribir lo mismo desde la calle Corrientes" que de Boedo, que tuvieron su momento entre (más o menos) el 65 y el 75, y después fueron olvidados (en la mayoría de las veces gracias a la sana justicia del tiempo).
El último coletazo de esa estética de noctambulismo lector y porteñismo macanudo fue "Flores robadas...". Después del boom de Asís, escribir sobre esa clase de personajes desde esa clase de narrativa era intentar subirse (demasiado tarde) a un carrito que tenía espacio para el Turco y nadie más. Pero eso pasó a comienzos de los 80, me vine diez años para acá. El 73 era otra cosa. Existía la sensación de haber muchos más nichos disponibles, y las editoriales extendían contratitos a tipos que, poblando páginas de diálogos callejeros, narraciones en primera persona y discusiones de sobremesa (a lo Sobre héroes y tumbas, no a lo Madame Bovary, claro) pretendían pegarla. Me acuerdo de algunos títulos: "El despelote" de Pérez Pardella, "Andá cantarle a Gardel" de Alejandro Losada, "Fracazo" de Carlos Marcucci. ¿realmente la gente hablaba así? ¿eran todos amigos de Isidoro Cañones, con un vaso de Legui en una mano y un libro de Camus en la otra? Si esos autores lograron efectivamente imitar el registro lexical y las modulaciones de la juventud (para ponerle un nombre) "con intereses culturales" de la época, entonces era una juventud insoportable.
Del autor no sé absolutamente nada, me acuerdo que un tipo del parque centenario me lo quiso vender como una joya inhallable hace un par de años, y ahora me lo vengo a encontrar en una mesa de ofertas en Río Negro.
Son nueve cuentos, chorreados de autoreferencia. Todos los personajes son prácticamente el mismo: anticipan al Rocamora que vendrá, pero todavía no llegan ni a su humor ni a su elocuencia. "Crónica de justos" es, a pesar de todo esto, una muy buena historia.

Un libro que acaba de editarse contiene una acertada visión de esta estética. Zoraida Asistida (pero también Juan Perlo Battaglia) sostienen que "el macanudismo (que algunos se empeñan en ocultar bajo el burdo mote de sencillismo) ha hecho estragos en los talleres literarios y en los poetas precoces, a ambas orillas del Río de la Plata y aledaños". Me atrevo a agregar, sin embargo, que una cosa es Mario Benedetti y otra César Fernandez Moreno.

"Las lucesitas rojas de los barcitos de 25 de Mayo eran la iluminación que él necesitaba. La iluminación que iba a disimular su tremenda soledad. Junto a seres vacíos, iba a burlarse de todo lo que se negaba a habitarlo. Aquella era su forma de muerte, la peor de todas las muertes. La muerte por soledad e impotencia.
Pero tomó otra ginebra y dejó de pensar. Se despidió de Nico cuando este estaba hablando de Joan Baez y la nueva izquierda norteamericana, y se dejó ir."

(Tomas Scolarici, Historias pequeñoburguesas, p. 62)