Ayer viajaba en subte tratando de concentrarme en la biografía de Sully Prudhomme que leía, y pensaba en esa estética parnasiana, a la vez tan viva y caduca para nosotros. Trataba de situarme en el espíritu de la época, y pensaba cuánto había cambiado el mundo durante el último siglo. Después avancé unas páginas hasta el análisis de los Trofeos de José María de Heredia, y un dato me asaltó con la violencia de las coincidencias inesperadas: Heredia murió en Condé sur Vegre el 2 de octubre de 1905. Ayer, mientras leía eso, se cumplían 101 años. La coincidencia, aunque menor, me perturbó un poco, porque venía pensando en esa cifra y en la imposibilidad de prever las vicisitudes del mundo y de la muerte.
Seguí leyendo. Cada dos o tres páginas había marcas en lápiz, anotaciones marginales que consistían, a lo sumo, en dos rayas paralelas para destacar un párrafo. En la página 97, sin embargo, con pequeña y débil letra cursiva, una frase me paralizó por completo. Sobre un comentario acerca de la versificación de Prudhomme, un antiguo lector había escrito:
“Me moriré el 8 de octubre de 2007”
El libro (Parnaso y simbolismo, de P. Martino) tiene en sus primeras páginas un ex libris curioso: las iniciales JAC enebradas en una zarza ardiendo. No sé si un parnasiado, pero un decadente como Villiers o Laforgue harían de esta anécdota un buen material narrativo.
[en la foto, la tumba de Heredia. El título del post es el nombre de un tríptico suyo.]
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