lunes, marzo 26

"La ciudad-teatro", por Fernando Kofman

Los libros crean un escenario singular: la lectura. Hacen de ella un acontecimiento, como los libros singulares de ciertos autores. La literatura puede hacer su aporte a la arquitectura, porque sobre los escenarios de la ciudad donde han recaído millones de miradas acostumbradas, petrificadas, ella instala un nuevo hecho: la diversidad de miradas, la fundación de otro espacio. Para los sitios de encierro crea otra disposición. No el consagrado asilo u hospital, el parque o el bulevar. Ese objeto que es el libro, de poemas, ensayo o novela, acelera la diversidad de sucesos sobre un mismo sitio. Antes de hacerlo sobre la ciudad, ha merodeado en la cabeza del lector. Y el lector recorre la ciudad como un nuevo arquitecto, en el que la planificación racional sucumbe, se ahoga. El lector traza itinerarios que se le pasaron por alto a quienes década a década diseñaron la ciudad. El lector reinventa otra ciudad sobre los mismos itinerarios de la abulia. La ciudad-teatro, la ciudad-interrogante, la ciudad-fin de las certezas, nace con ciertos libros que nos instalan en la grieta, que nos despiertan ante la gran fachada de vidrio, el muro de cemento, la plaza convencional.



Este texto pertenece a Poesía para la arquitectura, un libro que compila 18 artículos ensayísticos muy breves escritos por Fernando Kofman. El autor nació en Misiones en 1947, es poeta y dramaturgo y dirigió en los ‘80 la revista Satura. Tanto en ese libro como en La insolación plantea una división tajante entre poesía y racionalismo e iguala los conceptos de razón y coerción. Por momentos, parece una lectura ingenua; por momentos, la propuesta resulta brillante.


En Ciudad Pánico, Paul Virilio expresa, desde otra óptica, una idea similar a la que Kofman expone en “La ciudad-teatro”. Según Virilio, “cada ciudadano es un urbanista que se ignora”. Podría hablarse aquí del condado que “inventó” William Faulkner o de la novela En el mar austral, que llevaba por subtítulo “croquis fueguinos” y que Fray Mocho escribió sin haber pisado Tierra del Fuego (paradójicamente, hubo quienes dijeron que el autor se limitaba, en ese texto, a describir los paisajes y los personajes que había conocido en el lugar).


(En la imagen, mapa del condado de Yoknapatawpha.)