martes, abril 3

El mono tremendo

En su novela Borges y los orangutanes eternos, el brasileño Luis Fernando Verissimo ubica a Borges no sólo como uno de los personajes de su novela sino también como su destinatario. El texto comienza con esta frase: “Intentaré ser sus ojos, Jorge. Sigo el consejo que me dio cuando nos despedimos: ‘escriba y recordará’”. A partir de ahí, el personaje Borges aparece desdoblado: es, a un tiempo, el que participó de la acción –más que nada, como testigo– en el pasado (“el consejo que me dio cuando nos despedimos”) y el que leerá en un futuro lo que el narrador escribe (ese futuro, como ocurre con las cartas, se actualizará cuando sea leído; o sea, el narrador usa el futuro porque está comenzando su narración, pero también, indirectamente, porque sabe que será leído luego por el Borges personaje).

La novela plantea un enigma que no se resuelve. El narrador decide no resolverlo y dejar en manos de Borges, del personaje Borges, el final. El personaje Borges, entonces, escribe un final y así se plantea un salto cualitativo: el personaje Borges se transforma en narrador (en este caso, se respetan todos los recursos de la carta, desde el “Querido X” del inicio hasta el saludo, la firma y un post data) y no sólo se toma a sí mismo como personaje de lo que el otro ha escrito sino que incluso critica el texto anterior.

A partir de lo que se ha narrado, Borges retoma las pistas que se dejaron abiertas en la narración y resuelve el caso de manera “literaria” (se hace una clara distinción entre el investigador “real” y el escritor interesado en las investigaciones policiales). El personaje Borges que ha recibido un relato y responde convirtiéndose en narrador se toma a sí mismo como personaje del relato que ha recibido y plantea una diferencia entre Borges (el narrador, supuestamente “real”) y “Borges” (el personaje de la narración que él mismo cerrará).

Este recurso, obviamente, no es nuevo; sin embargo, vale decir que cada vez que se usa parece novedoso. Recuerda, por ejemplo, a “Homenaje a Roberto Arlt”, de Ricardo Piglia. En ese texto, un periodista investiga en busca de textos inéditos de Arlt (se mezclan referentes “reales” y ficcionales) y, a modo de epílogo o anexo, se incluye un supuesto texto de Arlt llamado “Luba” (se trata de una obra de Leónidas Andreiev reelaborada por Piglia de acuerdo con el estilo arltiano). Como es de suponer, no ha faltado quien lo citase como un texto escrito por Arlt.

Tanto Piglia como Verissimo (autor famoso en Brasil por sus cuentos irónico-humorísticos) conectan un texto que atribuyen a un autor consagrado dentro de otro texto. No se trata sólo de una ficción dentro de otra ficción sino que se involucra a un referente “real” (en Verissimo, eso se extiende porque el personaje que responde a un referente “real” se toma a sí mismo como personaje de un texto).

En ambos casos, llamativamente, el texto atribuido a un referente “real” es el que clausura la narración (en el caso de Verissimo, con una carta; en el caso de Piglia, con un cuento).